–Somos una paradoja Irene. –Dijo susurrando, muy cerca de mis labios, ya que parecía no querer poner más distancia entre nosotras. –Deberías odiarme, pero aquí estas, sosteniéndome, queriéndome, después de todo lo que te he hecho sufrir… Toda mi vida, mi historia personal, me enseñaron a odiarte, a verte como un enemigo que debía destruir, pero yo me enamoré de ti”.Irene Moritz, superviviente del holocausto decide, diez años después, contar por primera vez su historia. Munich, 1944, un tren de ganado llega a Dachau portando en él a los presos que eran enviados a la muerte, mas su destino no fue una sentencia, su destino fue enamorarse de su verdugo. Se llamaba Agnete, Agnete Ackerman. Inspiraba terror y respeto ante subordinados y oficiales hasta que llegó ella y puso su mundo del revés. Solo Irene pudo ver más allá de los galones y ese uniforme que representaba la muerte, devolviéndole a su vida el sentido que había perdido.