Alba tiene una vida tranquila y rutinaria, acostumbrada a que todos los días suceda lo mismo y nada altere su día a día.
Todo cambiará una mañana cuando una inspectora se acerque a ella en plena calle para hacerle unas preguntas que aparentemente no tienen nada que ver con ella y cuyas respuestas duda que sirvan de mucho.
La inspectora Blanco es fría, metódica y terca, y siguiendo su instinto se acercará a Alba creyendo que, aunque la joven solo se hallaba en el momento equivocado con la persona equivocada, puede ayudarla a dar con algo que le sirva para tirar de la manta y atrapar a una banda que trafica con drogas.
Extrañada por lo sucedido, Alba lo comentará con su amiga Lola y ella la hará recordar algo que le ha pasado desapercibido, pero que podría ser de interés para la investigación.
Dar de nuevo con la inspectora no le resultará fácil, y cuando por fin lo hace, se da cuenta de que lo que al principio le parecían unas preguntas rutinarias que no tenían nada que ver con ella, ahora la incumben de una manera directa al asociarla a una delincuente habitual.
Alba se esforzará de manera desesperada por demostrar que no sabe nada ante una inspectora implacable que parece odiarla, hasta que la vida de Alba corre peligro, y lo que antes eran miradas de indiferencia, darán paso a otro tipo de miradas donde la inspectora verá como poco a poco la joven va derribando sus muros hasta convertirse en algo más que la pieza de una investigación para ella.