Como detective privada, Edurne Noriega se ha enfrentado a todo tipo de casos, o al menos eso creía ella, porque el día que recibe la visita de Alejandra Varea y escucha lo que ella necesita, se queda paralizada.
Alejandra no quiere contratarla para que vigile a su pareja, ni para que destape un fraude o para que averigüe quién la acosa por teléfono. La señora Varea necesita la ayuda de Edurne porque acaba de mudarse a la masía que heredó de sus abuelos y asegura que allí pasan cosas extrañas.
Cuando la detective le pregunta qué es exactamente lo que necesita de ella, su respuesta la deja estupefacta.
—Lo que quiero es que se instale allí conmigo, que pase varios días entre esas paredes y vea y escuche usted misma todo lo que cuento. Eso me ayudará a asegurarme de que no me estoy volviendo loca, y después, una vez compruebe que no miento, puede empezar a investigar el motivo de todos esos sucesos, porque estoy segura de que hay una explicación razonable para todo lo que pasa, solo que yo sola no soy capaz de encontrarla.
Ahora Edurne se enfrenta a un dilema, porque es una persona tremendamente asustadiza, pero también necesita el dinero.